Posteamos el reportaje a Eduardo Crespo, economista de Inflación Heterodoxa, en La Opinión de Rafaela.
Por Horacio J. Garetto (Rafaela)
1- ¿Cuál es su teoría de la inflación Lic. Crespo?
La teoría de la inflación que yo defiendo tiene varias raíces y orígenes. Sus raíces están en Tooke en su debate con los seguidores de Ricardo. Es decir, en el debate entre la currency school y la banking school en Inglaterra. Ahí se formula, en una forma ya bastante detallada, la concepción de la moneda endógena. Después, en la Alemania de post-guerra también apareció una cantidad de economistas que interpretaron el fenómeno hiperinflacionario a partir de una lectura no monetaria, sino a partir de los problemas de balance de pagos provocados por las indemnizaciones de guerra unidos a los conflictos distributivos. Y esta lectura se entronca con las principales visiones estructuralistas latinoamericanas sobre el tema que también colocan, entre otras cosas, a la restricción externa y los conflictos distributivos como causas del fenómeno inflacionario.
Con relación a las tradiciones teóricas hay algo sobre esta orientación en Keynes y fundamentalmente Kalecki. Otros, como Sylos Labini en Italia y Rowthorn en Cambridge afinaron bastante el enfoque. Después, en otros ámbitos, como la PUC de Rio de Janeiro esas ideas se refinaron a un nivel aún mayor. Yo en particular estoy en un grupo que incorpora a este enfoque los análisis Pivetti (siguiendo a Sraffa) sobre los impactos de la tasa de interés en la distribución del ingreso, y la visión del crecimiento liderado por la demanda en el análisis de las cantidades.
Habría mucho para decir.
Pero se pueden sintetizar en los siguientes puntos:
1) La inflación no responde a un exceso de demanda en el mercado de bienes.
2) La inflación no refleja, como en el análisis marginalista, escasez en el mercado de factores.
3) Una suba inicial del nivel de precios puede originarse en cualquier modificación exógena, sea una devaluación, un tarifazo, etc. Pero para que dicha suba se traduzca en un aumento sistemático y sostenido de los precios, es decir, en inflación, tiene que existir resistencia distributiva. Es decir, los sectores involucrados, sean trabajadores y capitalistas, distintos grupos de trabajadores, etc., no quieren absorber la pérdida provocada por el shock inicial. Y es esto lo que provoca la inercia inflacionaria.
4) Esta lectura de la inflación requiere que el stock total de moneda tenga al menos una cierta dinámica endógena.
5) De aquí no se desprende que la demanda agregada no pueda influir sobre la inflación. Lo hará en la medida que pueda ejercer una influencia indirecta en el conflicto distributivo. Pero dicha influencia no es sistemática. De modo que no se pueden extraer conclusiones totalmente generales.
6) En este marco es clave la forma como opera el Estado en el marco del conflicto distributivo y en la determinación de varias variables macroeconómicas: tipo de cambio, tasa de interés nominal, etc.
¿Podemos ceñirnos ahora específicamente a la inflación argentina del período 2007/2010? Dado ese marco general que señala ¿cómo se aplica este al caso argentino?
En el caso Argentino hay varios ingredientes. En primer lugar hay que tener en cuenta que luego de la devaluación los salarios cayeron notablemente. Los precios subieron aproximadamente un 40% y los salarios nominales casi no se movieron, lo que es lógico en un contexto donde prevalecía un 22% de desempleo abierto, más otro tanto de sub-empleo y donde una masa importante de trabajadores se desempeñaban en actividades de mera subsistencia. Si la devaluación brutal sufrida en 2002 hubiera coincidido con alguna resistencia salarial, entiendo que esa historia hubiera terminado en un escenario próximo a la hiperinflació n, como sucedió con el Rodrigazo. El escaso poder de negociación de los trabajadores en ese momento, sin embargo, garantizó una cierta 'paz social' que permitió el despegue subsiguiente.
Sin embargo, era previsible que frente ante una recuperación como la registrada desde 2003, habría fuertes presiones para recuperar el terreno perdido. Así, las condiciones para una inercia inflacionaria ya estaban planteadas desde entonces. A este escenario de por sí inflacionario se sumaron dos ingredientes fundamentales: una suba de los precios internacionales de materias primas y alimentos que coincidió con la política de dólar alto. Dado que la mayoría de las materias primas y alimentos que exportamos son transables en términos internacionales, hubo una presión sobre el nivel de precios que vino por ese lado y alimentó la puja distributiva.
La circunstancia de que la vuelta a la inflación haya coincidido con un período de fuerte crecimiento, ha jugado a favor de la visión ortodoxa que explica el fenómeno inflacionario como un exceso de demanda. Sin embargo, sobre este punto hay por lo menos dos cosas a tener en cuenta:
1) Si uno mira la historia argentina y compara los datos, es fácil comprobar que los episodios inflacionarios rara vez han coincido con períodos de crecimiento. Argentina ha sufrido fuertes procesos inflacionarios con una economía estancada o en franca recesión. Son raras las ocasiones en las cuales la inflación coincidió con el crecimiento.
2) En el período 2007-2010 no se observa ningún indicio de escasez de factores o exceso de demanda de bienes. La inversión privada acompañó el crecimiento del producto y alcanzó los niveles más altos de la historia reciente del país, las escasas estadísticas disponibles (lo escaso en Argentina es todo aquello que provee el Estado) indican que el grado de utilización de la capacidad no se ha desviado de niveles normales, el desempleo abierto sigue rondando el dígito, etc.
3) Todos aquellos que diagnosticaban una inflación por exceso de demanda se han equivocado. Tanto los ortodoxos como Prat Gay o Kiguel hasta presuntos heterodoxos como Frenkel o Curia, argumentaban que bastaba una leve desaceleració n con relación a las tasas de crecimiento del período 2003-2007 para que la inflación se acomodara a niveles internacionales. Sin embargo, con la recesión internacional la tasa de crecimiento pasó del 7 u 8% al -2 ó -3% y la inflación se mantuvo, según distintas fuentes, en el orden del 15%. Lo que sucede es que en Argentina en general no se rinden cuentas por los errores de diagnóstico. Así, los mismos que la pifiaron hace unos meses siguen opinando como voces autorizadas.
En este marco, y siendo la Argentina un país tan conflictivo, no debería sorprendernos la recurrente tendencia a apreciar el tipo de cambio. Hasta ahora, la apreciación cambiaria ha demostrado ser la mejor herramienta para controlar la inflación, por lo menos en economías como la argentina (aunque también funciona en otras muy distintas como la brasilera). Y para muestra basta un botón: la convertibilidad. Sin embargo, no es preciso enumerar las limitaciones de esta 'herramienta' .
La inflación es y seguirá siendo uno de los temas que divide a los economistas. En las economías contemporáneas resulta casi imposible conciliar tres objetivos considerados 'deseables' por casi todas las sociedades: lograr un alto nivel de crecimiento y de empleo, en un contexto de baja inflación, al tiempo que mejora la distribución del ingreso. Los períodos históricos en los cuales estos objetivos fueron realmente satisfechos en forma simultánea, son muy breves y en general se caracterizaron por un fuerte (y a veces pormenorizado) control estatal de la actividad económica. Pero en la generalidad de los casos constituyen un verdadero trilema de la imposibilidad. Cuando dos de esos objetivos son alcanzados, inevitablemente se pierde el tercero.
Ahora: ¿Por qué se dice que el tipo de cambio alto incentiva el conflicto distributivo y la inflación? ¿Por cuáles vías o mecanismos o canales se da esa transmisión? ¿Por qué habrá sido que cuando Alemania o Japón uno con 3 ó 4 marcos por dólar por 30 años y el otro 30 años con un tipo de cambio alto de 300 yenes por dólar se las arreglaron para no tener inflación? ¿Ellos con capitalismo central y nosotros periférico?
Yo no sostuve que un tipo de cambio alto (o bajo) genere inflación.
No veo cómo el nivel de una variable pueda afectar la tasa de variación de otra. Lo que sí podemos decir es que en presencia de una fuerte puja distributiva, un tipo de cambio alto no alivia tensiones. En este punto es imprescindible tener en consideración que en 2002 pasamos del 1x1 al casi 4x1 y los salarios cayeron aproximadamente un 40%. A eso hay que agregarle el dato de que ya desde hacia varios años los asalariados, empleados públicos incluidos, venían sufriendo caídas de salarios nominales. Por ello, cuando se realizan comparaciones con países como Alemania o Japón, también hay que tener en cuenta que cambios de esta magnitud no ocurren. Es decir, los salarios podrán presentar una tendencia declinante, pero nunca vamos a observar que caen un 40% en pocos meses. En un contexto signado por una total debilidad por parte de los trabajadores, como era el caso del año 2002, esta circunstancia pasó 'desapercibida' . Pero era totalmente lógico que frente a una recuperación del nivel de empleo existieran fuertes presiones para recuperar posiciones perdidas.
Yo soy un firme defensor del tipo de cambio alto. Pero una cosa es un tipo de cambio competitivo y estable y otra el típico ciclo stop & go argentino en el cual pasamos de fuertes apreciaciones causadas por la inflación pasada a terribles devaluaciones provocadas por crisis en la balanza de pagos. En ese marco, no sólo asistimos a una alta volatilidad en el tipo de cambio sino también a una alta volatilidad salarial. Por este motivo, es fundamental analizar el punto de partida de este último proceso inflacionario, que está dado por una tremenda devaluación, unida a una fuerte caída salarial, al final de la convertibilidad.
Sin embargo, pese a todas estas aclaraciones, yo no sería tan optimista con respecto a Europa. En la post-guerra efectivamente tuvieron altas tasas de crecimiento, baja inflación y mejoraron la distribución del ingreso. Es decir, consiguieron resolver el trilema. Pero eso no duró para siempre. Desde fines de los 60 hasta el final de los 70 comenzaron a sufrir una creciente tendencia inflacionaria, con índices no tan lejanos a los registrados ahora en el Gobierno K. Lo mismo podemos decir de EE.UU.. Esto se agravó aún más con las subas de precios de las materias primas, fundamentalmente el petróleo, a partir de los años 70. Hoy, la unión mantiene una política monetaria conservadora e impone restricciones fiscales de carácter deflacionarias. De hecho, el euro es hoy por hoy una moneda apreciada. Así, si bien la inflación se mantiene dentro de niveles bajos, esto ocurre al costo de un desempleo abierto superior al dígito y tasas de crecimiento que rondan el 1% anual. Las economías europeas van de mal en peor desde hace décadas y frente a esta crisis no sería sorprendente que algunos países o bien salgan del euro o bien entren a una espiral de deflación y desempleo. Y ojo, todo esto ocurre en economías que no tienen nuestra restricción externa, ya que son mucho más autárquicas, y donde el Estado, se supone, tiene mucho más poder para administrar el conflicto distributivo.
Si tenemos un tipo de cambio proexportador, que neutraliza la restricción externa, que es prosustitutivo de importaciones, que relanzó la actividad, que recuperó recaudación, que consiguió superávit comercial continuo, fiscal hasta 2008 inclusive, acumuló reservas, no hay, creo inflación de origen cambiario, ni fiscal, creo que los agregados monetarios (por ej el programa monetario del 2010) no crecen al mismo ritmo que la inflación, no se ve tanta inflación importada ¿puede ser que las luchas salariales expliquen el 20% de inflación esperada y el terrorista 30% de inflación en alimentos?
Efectivamente, no puede haber inflación cambiaria porque desde 2007 hasta fines de 2008 el tipo de cambio se mantuvo relativamente estable.
Es decir, no sufrimos ningún shock por el lado del tipo de cambio. Y como decíamos antes, no veo cómo el nivel de una variable (tipo de cambio en este caso) podría afectar la tasa de variación de otra (precios). El argumento según el cual se trata de una 'inflación fiscal' también carece del más mínimo sentido.
Ahora bien, no entiendo la referencia a los agregados monetarios. ¿La pregunta pretende sugerir que se trata de una inflación de demanda por 'exceso de emisión'? Repito lo que dije antes: no hay indicios de un exceso generalizado de demanda. La inversión privada respondió muy bien a la suba del producto, los datos disponibles sobre el grado de utilización indican que nos mantenemos en niveles normales, sigue habiendo un alto nivel de desempleo abierto, etc. Por otra parte, si fuera este el caso, ¿Cómo explicamos la inflación sufrida desde fines del 2008 hasta 2010 cuando la economía estuvo en recesión? ¿Vamos a decir que también sufrimos un exceso de demanda? Yo les pediría a quienes diagnostican un exceso de demanda, que ofrezcan alguna prueba a favor del argumento. Hasta ahora no conozco ninguna. La única 'prueba' que ofrecen es la existencia de inflación como si la economía fuera una ciencia exacta y hubiera una única explicación para el fenómeno inflacionario.
Lo que sucede es que la causalidad es inversa. No suben los precios porque crecen los agregados monetarios, crecen los agregados monetarios porque suben los precios. Es decir, la emisión y el crecimiento de los agregados en general simplemente convalidan la inflación. El stock total de moneda es endógeno. Si hubiera algún exceso, en el caso argentino se va al dólar o podría volver al Estado con la compra de títulos públicos. Restringir la circulación no tendría ningún efecto sobre la inflación. En el mejor de los casos crearía una iliquidez totalmente innecesaria. Esto ya lo decía Diamand cuando criticaba las políticas que implementaba Alzogaray en los 60. En 1990, en tiempos de Erman González, nos fuimos a la hiperinflació n aplicando políticas monetarias que pretendían contraer los agregados monetarios. Y no nos olvidemos que la inflación paró cuando se fijó el dólar a un nivel bajo y tranquilizador.
Con respecto a la inflación en alimentos, si no es importada ¿de dónde viene? No nos olvidemos que los alimentos que consume y exporta Argentina son commodities internacionales. O, en el mejor de los casos, si hay alguno que no es transable internacionalmente, disputa la ocupación del suelo con commodities que tienen precios internacionales, por ejemplo, con la soja. Algunos han pretendido explicar la suba de los precios de los alimentos con los típicos argumentos estructuralistas -que se encuentran también en Kalecki y Kaldor cuando hablaban de economías subdesarrolladas- según los cuales habría 'cuellos de botella' en la producción y restricciones sectoriales de oferta. Entiendo que este argumento no tiene sentido. Si se trata de commodities que tienen precios internacionales, los precios locales están atados al mercado mundial. No tiene sentido explicarlos a partir de causas internas, salvo que argentina sea un formador de precios a escala mundial, pero no es este el caso. Hasta 2008, varios países, como Brasil, decidieron restringir la exportación de alimentos para frenar el traslado a los precios locales.
Francia, Alemania, por ej. tienen sindicatos fuertes, "peleadores" , sin embargo tienen inflaciones del 2 o del 3%. ¿Hay especificidades de fuente "capitalista periférica"? ¿Cuáles serían?
En general los países desarrollados tienen varias entidades 'fuertes', no sólo los sindicatos. Sobre todo lo que es fuerte allí es el Estado. Para administrar el conflicto distributivo, no se precisa sólo poder para negociar con sindicatos. Se precisa también, y fundamentalmente, poder para negociar con las empresas, bancos y grupos de presión en general. Y si hay algo que caracteriza al Estado argentino es su debilidad. El ejemplo más transparente es la resistencia a las retenciones agropecuarias. Si una política de consecuencias tan obvias para la inflación y el conflicto distributivo, sufre una resistencia que acaba paralizando el país, no sólo por parte de las asociaciones agrarias, sino también de amplias capas de la clase media, de los medios de comunicación, etc., es claro que es el alto nivel de conflictos el que pone palos en la rueda.
Sin embargo, insisto, no sería tan optimista con relación a Europa. No podemos desconectar los buenos datos de inflación de las noticias sobre desempleo, bajo crecimiento y decadencia creciente que nos llegan de allí. No son cosas desconectadas entre sí. La región modelo hoy es Asia (al menos en cuanto a performance macroeconómica) . Y el país modelo, China. Allí tienen un tipo de cambio competitivo, crecen al 10% anual y la inflación es similar a la norteamericana. Ahora bien, y formulo una pregunta retórica, ¿es imaginable un De Angelis en China?
¿Dado que pasamos de 22 mil millones de exportaciones en 2002 a casi 70 mil en 2008 se puede considerar que la restricción externa está neutralizada, o por lo menos, minimizada?
Y si lo está, ¿está neutralizada en forma sólo transitoria o se puede alentar el optimismo de que se la alejó en forma más o menos permanente? Zaiat ha escrito por ahí que hoy por hoy la situación estructural del mercado cambiario es superavitaria y Curia me ha dado una visión relativamente optimista al respecto. Su opinión.
Yo no sería tan optimista como Curia y Zaiat aunque al menos en la actual coyuntura hay algo de razón en lo que dicen. Entiendo que en este punto hay que distinguir la restricción externa que pensaron los autores estructuralistas tradicionales de aquella que se empezó a sufrir en los años 80. La restricción de la que hablaban Prebisch, Diamand, Canitrot y tantos otros era de carácter esencialmente comercial. Es decir, las exportaciones no crecían lo suficiente como para pagar las importaciones que generaba el proceso de crecimiento. En los 80 apareció una restricción mucho más complicada: las exportaciones debían crecer no sólo para pagar importaciones sino también intereses de la deuda en dólares. En este marco, si se considera que en los últimos años se registró un proceso de desendeudamiento y que la deuda en moneda extranjera representa una porción mucho menor del PBI y sobre todo de las exportaciones, es indudable que la restricción externa se relajó mucho. Ahora bien, nada indica que no pueda volver en Argentina, en el contexto de alguna nueva burbuja financiera, un nuevo proceso de endeudamiento, con una moneda apreciada y déficit comercial. La Argentina vivió experiencias de este tipo a fines de los siglos XIX y XX. Parece ser una tendencia recurrente de nuestro país.
Con respecto a la restricción de tipo comercial, también es verdad que las exportaciones crecieron mucho y que el superávit parece sostenible en los próximos años. Sin embargo, en los últimos años las exportaciones crecieron menos que las importaciones. Por un lado, esto es normal si se piensa que Argentina creció más que la media y hay un efecto ingreso. Por otro, no podemos olvidarnos de que nuestras exportaciones siguen estando muy concentradas en commodities y derivados de commodities. La restricción externa depende mucho del destino de los efectos multiplicador y acelerador de los gastos autónomos. Y en Argentina, al no tener una industria de bienes de capital bien desarrollada, una parte muy grande del efecto acelerador se va en importaciones.
martes, 22 de junio de 2010
La inflación y sus causas
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El reporteado dice que dado que el tipo de cambio estuvo casi quieto durante 2003-08 y también en la época más reciente, entonces no puede haber habido "inflación cambiaria". Esto es correcto en el sentido de que los bienes importados no sufrieron aumentos (en pesos) debido a un valor creciente del dólar.
ResponderEliminarPero el mantenimiento del mismo valor del dólar durante gran parte de ese período, en que el dólar nominal tendía a la baja, se logró comprando abundantes dólares en el mercado financiando las compras con emisión monetaria (una parte se esterilizó con LEBACS, pero la mayor parte no). Esta expansión monetaria incrementó la cantidad de dinero nacional en el mercado interno, y ello (lamento que el argumento sea "ortodoxo") puede haber presionado sobre los precios por el lado de la demanda. El dinero en cuestión termina en manos de los agentes privados a través del gasto de los vendedores de dólares (y de aquellos a los que ellos les pagan directa o indirectamente, por ejemplo trabajadores o comerciantes, o el Estado). Dado que la demanda solvente nominal aumentó así más que la oferta de bienes y servicios (nacionales o importados) valorada a precios constantes, el mercado solo se limpia con un aumento en los precios de los bienes y servicios. ¿Es esto demasiado ortodoxo para ser creíble?
¿El dinero emitido en exceso que va a los exportadores eleva el gasto y eso hace subir el precio de los alimentos? Si se cuenta con un exceso de saldos monetarios, ¿no es más fácil y rentable comprar dólares o títulos públicos? Efectivamente, me suena muy ortodoxo el argumento. Además, no veo claro el mecanismo de transmisión. Saludos
ResponderEliminarY qué es lo que tiene la economía argentina de peculiar para que solo haya inflción acá?. Las cosas descriptas no suceden mas o menos en todas partes?
ResponderEliminarHéctor,
ResponderEliminarPara que tu argumento de inflación por exceso de demanda sea válido, se requiere que esa "emisión" monetaria presione sobre el precio de los factores, no sobre el precio de los bienes. Es decir, en la teoría de inflación por exceso de demanda, los precios de los bienes suben como consecuencia del aumento en el precio de los factores.
Por tanto, para que tu argumento válido debería ocurrir que la fuerza de trabajo estuviera plenamente empleada ¿Vos creés que en los años donde la inflación se aceleró en ARG, 2005 y 2008 por ej., había pleno empleo de la fuerza de trabajo? Es decir ¿lo que pasaba era que la mayor demanda de bienes se encontraba con una mercado de trabajo plenamente ocupado? Creo que desde 2003 a 2009 no podemos decir que ese haya sido el caso, sobre todo cuando el empleo informal (principal buffer que reacciona cuando hay mayor demanda de trabajo) no bajo de un tercio.
Por otro lado, Mariano T. pregunta qué tiene la economía argentina de peculiar para que solo haya inflación acá. Mariano, tengo por lo menos dos respuestas: la primera, una increíble yuxtaposición entre la canasta de exportaciones y la canasta de consumo de la población. Y ojo, no estoy diciendo que los trabajadores comen soja, sino que la soja pone el costo de oportunidad de la tierra. Las subas en el precio internacional de la soja no sólo entonces se traducen en un aumento del precio doméstico de la soja, sino que además imprimen presiones sobre todos los bienes primarios, básicamente porque sube costo de oportunidad de producir trigo, carne, etc.
Segundo, otra "particularidad" de ARG ha sido su política cambiaria. Si te fijás en el resto de LATAM, lo que ocurrió desde 2003 a la fecha es que cada aceleración de los precios internacionales de los alimentos se tradujo en una presión inicial sobre la inflación doméstica de estos países. La diferencia fue que la mayoría en LATAM contestó a esta aceleración con una apreciación nominal, mientras que ARG intentó mantener un tipo de cambio real constante.
Sds.
Emmanuel Agis.
Todos los países del mundo tienen muchos alimentos atados a lo precio internacionales, ya sea como importadores(la mayoría) o exportadores.
ResponderEliminarIncluso el tema del costo de oportunidad de la tierra solo tiene efectos en productos transables internacionalmente, como los que mencionaste, y no sobre los no transables que son tierra intensivos(y si lo hubiera esta el delay).
Lo de la apreciación del TC no se si fue universal (lo dudo) pero en aquella oportunidad (2008) lo que hubo fue una fuerte devaluación del dolar, que la mayoría de los países del mundo no acompañó.
Mariano,
ResponderEliminarExactamente sólo vale para los transables. Pero eso es justamente lo que se observa en ARG: suba de P*, suba del precio internos de los trasables, puja distributiva, suba de no-transables y, entonces, inflación.
Sobre lo de la apreciación del TC, me parece bien que tengas dudas. Podrías hacer como hice yo y mirar los datos, y te vas a dar cuenta de que fue universal.
Stes.
Emmanuel Agis.
Lindo sería, Don Eduardo, actualizar esta última pregunta/respuesta respecto a la restricción externa a la luz de los acontecimientos. Otra vez la restricción externa se lastró un gobierno popular, y al a vieja usanza, porque ni siquiera se optó por el riesgo de la restricción financiera. Un abrazo.
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